El yoga viene sumando seguidores a pasos apurados en los últimos años. Celebridades, deportistas y diferentes influencers pregonan esta actividad. Así, cada vez más personas se unen en busca de un espacio para relajarse de las actividades diarias que deben hacer. Sin embargo, pocos conocen acerca del aeroyoga -o yoga aéreo, incluso air yoga en inglés-, una actividad que se diferencia del yoga tradicional porque se practica “en el aire”.
“En lo que difiere del yoga común es que se usa un columpio, que básicamente es una tela colgada en forma de ‘u’ y con unos brazales a distintas alturas y tres de cada lado: uno alto, uno mediano y otro bajo. El material del columpio puede ser acetato o tela de avión”, explica Paula Viñas, instructora de aeroyoga de Tucumán.
Debajo del columpio se colocan unas colchonetas en las que se empieza la clase. Luego, en la hamaca se realizan las mismas posturas o asanas del yoga tradicional. “Lo que tiene de bueno es que el columpio funciona como un soporte que permite mantener las posturas tradicionales y sostenerlas en el tiempo y el espacio, es como plus”, agrega. Incluso, según afirma Viñas, el yoga clásico también encuentra una similitud en este aspecto: usan un cinturón de tela que ayuda en la terminación de las posturas y en mantener el equilibrio con mayor facilidad.
Estar “flotando” en el aire no es algo que a todos les guste, en algunos casos causa temor por la incertidumbre y la inseguridad que genera el vértigo de sentirse lejos del piso. No obstante, Viñas es una convencida de que deben despojarse de esos miedos y enfrentar la altura, porque con buena instrucción y la técnica adecuada los peligros que se corren son prácticamente nulos.
“El columpio permite realizar inversiones y al estar invertidos la circulación de la sangre claramente cambia, entonces permite una buena circulación que oxigena mejor. Además, hay muchas posturas que se practican en el yoga tradicional que son un poco complejas y con el columpio es mucho más fácil hacerlas hasta que uno pueda realizarlas sin ayuda”, cuenta la instructora.
También -afirma- es una práctica muy agradable a la vista, en la que se forman fascinantes figuras en el aire, que se usan como un modo para balancearse de un modo lúdico, en el que se pueden hacer piruetas y acrobacias variadas, al ritmo de la música, la concentración y el disfrute del presente.
Relajarse semanalmente
Esta actividad tiene origen en la década de 1990, luego de que el español Rafael Martínez haya patentado la actividad, pero llegó a la provincia recién en años recientes y cada vez suma más seguidores y se espera que esa expansión continúe en crecimiento. “En mi caso lo conocí en un viaje que hice a India, había visto algunas imágenes, pero ahí lo practiqué por primera vez”, relata.
Viñas emprendió su viaje a la India hace casi tres años, en febrero de 2018, para cumplir el anhelo personal de conocer el país asiático. Aunque su paso por ahí le generaba cierto temor, sobre todo el hecho de impactarse por la pobreza y la desigualdad extrema en el país, la tucumana armó las valijas y fue. Una vez allá se encontró con diversos paisajes y personas que adornaron su recorrido con agradable compañía.
“Viajé como turista, después hice vipassanas, que son retiros de silencio y meditación. He hecho un instructorado de yoga aéreo, fue una experiencia hermosa y es un lugar en el que me encantaría retirarme”, rememora, velozmente, sobre su estadía en el país donde aprendió aeroyoga. Luego del viaje, Viñas importó conocimientos sobre esta práctica para abrir acá su propio estudio y acercar a los tucumanos a este mundo de asanas en el aire.
Testimonios
Ana Lucía Cáceres, estudiante de psicología, encontró en este tipo de yoga un modo de relajarse, de disminuir la ansiedad y atraer pensamientos positivos. “Cuando escuché de la fusión de yoga con gimnasia en tela me pareció súper interesante y fui a probar. Mi hermana, que está en el mundo de las acrobacias, me comentó sobre esto y fui”, recuerda Anita sobre sus comienzos en la actividad hace un año y medio.
Desde entonces, la joven va dos veces por semana con el objetivo de aprovechar todos sus beneficios. Cuando llega al lugar, hace ejercicios de respiración que le traigan calma a su mente hasta subir a la hamaca en un estado libre de tensión, mientras disfruta los olores y la música. Para ella, las contracturas desaparecieron y sus músculos fueron fortaleciéndose con el tiempo; también notó mejoras en sus aptitudes y destrezas en el columpio.
“Además, me deleitó espiritualmente porque antes vivía en un escepticismo salvaje sin darme cuenta. Además, el espacio te llena de seguridad y calma, a veces tengo un día terrible, pero cuando salgo de aeroyoga me siento tranquila”, dice.
Lucía Risso Patrón hace más de un año decidió probar porque necesitaba tiempo y un lugar cómo en el cual relajar su mente y conectar su cuerpo. “Aeroyoga me interesaba más que yoga en el piso porque siempre me gustó hacer inversiones colgada y me parecía más dinámico y fluido”, afirma.
Las posturas, más profundas gracias a la ayuda de la hamaca y soltar el cuerpo desde la altura representaban un desafío para Lucía, que complementa la actividad con ejercicios semanales de cardio y fuerza, algo que la ayuda a lograr sus objetivos, tomar conciencia de su cuerpo y fuerza interna, aprender a respirar, desconectarse de los problemas cotidianos, dirigir sus emociones al bienestar, ganar elasticidad y mejorar la postura, como principales beneficios.
“Al final de la clase nos relajamos y agradecemos a la vida, a las personas que se cruzan en nuestro camino y a nosotros mismos por darnos esa oportunidad. La verdad es muy recomendable para personas activas y con ganas de probar algo diferente”, concluye. (Producción periodística: Homero Terán Nougués)